Regalar un libro es regalar un mensaje oculto

Regalar libro

Uno de los primeros libros que dejó en mi su huella fue “Las desventuras de Sofía” de la Condesa de Segúr. En casa teníamos toda la colección de la “Bibliothèque rose illustrée”, una serie de pequeños libros azules con filigranas doradas e ilustraciones al lápiz. Tal vez los compró mi madre en un mercadillo. O me los regaló mi abuela. No tengo la menor idea de dónde provienen y me da igual. Lo bello es que cada libro conlleva una serie de recuerdos, personas, sentimientos, vivencias. Regalar un libro con una dedicatoria personalizada a mano es un gesto íntimo que me atrevo a compartir con ustedes a través de esta selección.

A mi hermano no le gusta leer. Que yo sepa se enganchó más a “Bajo la misma estrella” de John Green que a este gran clásico de la literatura norteamericana. Me hubiera gustado compartir una lectura con él. Pero complacer a un adolescente con una lectura considerada imprescindible puede resultar frustrante. He encontrado mejor estrategia para acercarle al mundo literario : pedirle un libro como regalo de Navidad.

Cuando casi todas tus amigas tienen un gato o más en su casa y que no te inspira regalarles una leche corporal, te paras a pensar en sus pasiones y las volcás al mundo de los libros. Fue un éxito. A Silvia le encantó este libro ilustrado y yo me quedé con la satisfacción de haber acertado sin caer en tópicos. Para Leticia, su hermana gemela, elegí “El gato que venía del cielo” de Takashi Hiraide. Enseguida les gustó la idea de poder intercambiarse los libros.

Todo un clásico sí. Sobre todo viniendo de una francesa. Lamento ser incapaz de recitar un poema de Baudelaire. El primero que me viene a la cabeza es uno de Arthur Rimbaud, “El Durmiente del Valle”. Regalando esta versión bilingüe a mi pareja, le quise transmitir los sonidos de mi lengua materna con un toque poético además de darme una oportunidad para adentrarme de nuevo en el spleen baudelariano. Dos pájaros de un tiro.

Hay de esos libros que estudiaste a fondo antes de los 20, que no podés olvidar y que algún día tenés ganas de regalar. No sabés bien porqué. Simplemente te hace ilusión y supongo que eso es lo esencial. “El Horla” fue uno de ellos. La excepción de este regalo reside en qué lo compré en francés para una persona que apenas tiene un nivel A2. Para mi, regalar un libro en francés es decir “Te amo”, más allá de las palabras.

Regalar uno de tus libros preferidos puede ser una manera de abrirte a esta persona que lo recibe. Cuando regalé esta novela a mi novio, tuve la sensación de hacerle una confidencia que acababa en “Nunca lo había dicho a nadie”. Muchas de las novelas de Stefan Zweig que tengo por no decir todas me fueron regaladas por una amiga del bachillerato, Erika. Teníamos 18 años. Como os dije, los libros son recuerdos y por eso resulta imposible deshacerse de ellos.

Cuando mi amiga de la infancia fue mamá, me pareció que el regalo perfecto para su cumpleaños era un cuento infantil que nos une desde los cinco años. En el mundo de “Pélagie la sorcière“, todo es de color negro hasta la bañera. Pero pronto todo cobra vida gracias a los colores. He pensado que le gustaría contar esta historia a su hijo Maël. Los libros viajan de generación a generación y nunca son aburridos. Siempre llevan un mensaje oculto.

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